La tolerancia de los crímenes

CATALEJO: Mario Antonio Sandoval

UNO DE LOS PROBLEMAS más serios de una sociedad como la guatemalteca es la tolerancia de los crímenes. Cuando algún sociólogo analiza los patrones de comportamiento de los guatemaltecos, sin duda le es fácil ver esa característica, talvez una de las consecuencias de tantos años de guerra interna. Esto es así porque la tolerancia se convierte en la causa y al mismo tiempo en efecto de los delitos cometidos en una guerra civil no declarada, en la cual la única ley era la de la desaparición física de los adversarios, de quienes pensaban distinto. Desaparecido el enfrentamiento armado, quedó como remanente esa actitud de descuido ante la criminalidad, y esta por su parte cada vez es peor, cada vez afecta a más personas, y sigue siendo tolerada.

ESTA SEMANA, POR ejemplo, ocurrió uno de los crímenes más abominables de muchos años: el secuestro y estrangulamiento del niño de 12 años, Byron Arnulfo Rustrián Osorio. Los monstruos secuestradores llegaron al colmo de cobrar un rescate después de haberlo asesinado. Al día siguiente, una familia fue masacrada en San Pedro Ayampuc. Los asesinatos de los choferes y ayudantes de camionetas se han mantenido constantes hasta formar parte del paisaje delictivo del país. Tan terrible como son los crímenes mencionados, es el hecho del pronto olvido de la sociedad. Solo las víctimas directas de quienes han sido asesinados recuerdan los crímenes. El resto nos olvidaremos muy pronto de esas atrocidades.

PROBABLEMENTE, UN PSICÓLOGO social encontrará la explicación de esta manera de actuar como un mecanismo de defensa. Ante tales atrocidades es mejor erigir una pared mental y olvidarse. En tiempo del enfrentamiento armado, estos mecanismos se manifestaban con la frase “en algo estaba metido”, como explicación a los secuestros, asesinatos y desapariciones. El temor a manifestar públicamente el rechazo se debía a un hecho claro: ser calificados como simpatizantes o participantes activos en las facciones en conflicto. Por eso fueron contadas las expresiones populares en contra de una desaparición forzada de un aliado de la guerrilla, pero tampoco de algún militar también asesinado en esa lucha fratricida. Y eso duró muchos años.

OLVIDAR, COMO UNA FORMA de evitar el sufrimiento, parece ser la actitud mayoritaria de la población. Contribuyen a esta la poca efectividad del sistema policíaco-legal. Son pocas las capturas y en demasiadas ocasiones los criminales salen libres por falta de pruebas o por decisiones equivocadas o corruptas de los jueces. Mientras la población asume esta actitud, los criminales afianzan su confianza en escapar al castigo legal de un sistema al cual nunca se enfrentan. La población tiene esporádicos brotes de indignación, como en el caso Rosenberg, pero el tiempo se encarga de ir haciendo desaparecer la indignación. Y a partir de ese momento la mesa está servida para la continuación del constante banquete de sangre y de lágrimas.

EN TALES CIRCUNSTANCIAS, la única manera de cambiar esa tolerancia al crimen es resolver crímenes notorios, causantes de rechazo generalizado, y asegurar una correcta, efectiva y rápida aplicación de las leyes. El sistema legal de Guatemala no es malo, pero no es correctamente aplicado por abogados, jueces y magistrados. Pero si se comprueba su funcionamiento, se puede iniciar el largo camino de reinstalar la confianza popular, actualmente inexistente. Muchos guatemaltecos lloramos de indignación por el asesinato. Pero hay más motivo para llorar porque este crimen, como tantos otros, se deriva de las precarias condiciones del sistema legal. Termino esto enviándole mi fraternal solidaridad a los padres y otros familiares de Byron Arnulfo.

http://www.prensalibre.com/pl/2009/julio/31/329174.html

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

* Copy this password:

* Type or paste password here: