Esquizofrenia de patricios I, II y III

Por Carolina Escobar Sarti – cescobarsarti@gmail.com

ESQUIZOFRENIA de PATRICIDIOS I | 10 de septiembre de 2009

La palabra esquizofrenia significa “men-te partida” o para decirlo más simple, vivir fuera de la realidad. Los patricios eran los Patres romanos que, junto con sus descendientes, constituían la nobleza y participaban del gobierno del Estado, gozando de privilegios de los que no gozaba la plebe. Claro que cualquier generalización es una trivialización irresponsable, pero no por ello podemos desconocer que hay grupos de personas que se parecen más entre sí y se identifican a partir de ciertas características comunes.

En este caso, hablo de los patricios guatemaltecos que históricamente han manejado los hilos del poder en nuestro país. Grupos que, en su momento, han quitado y puesto gobernantes y que han acudido a los mecanismos de la democracia para hacer prevalecer sus intereses, aunque luego, en contextos amenazadores para ellos, tiendan a descalificar los mismos mecanismos que anteriormente dieron por buenos porque, supuestamente, atentan contra todo régimen democrático.

Nada más claro que lo sucedido con el mecanismo de la consulta popular en Guatemala: cuando se realizó la consulta popular en mayo de 1999, para cambiar 13 artículos constitucionales que viabilizaran los compromisos de los acuerdos de paz, el NO fue el resultado mayoritario. Sin aludir al abstencionismo de entonces ni a otros factores que incidieron en el resultado, los patricios guatemaltecos gritaron: ¡Viva la consulta, la población habló, ganamos legalmente! Años después, cuando una serie de consultas populares dieron como resultado en varias comunidades del país un NO rotundo a la minería de oro a cielo abierto, principiando por Sipakapa, en el 2005, esos mismos patricios gritaron: ¡Esas consultas no son vinculantes y el resultado ha sido manipulado aprovechándose de la ignorancia de nuestra población!

Ha sido casi “natural” que, ante la poca credibilidad que tienen los partidos políticos, hayamos volteado los ojos a los mecanismos de la democracia directa o participativa, que incluyen el voto, no solo con el fin de poder elegir, sino como posibilidad de involucrar a toda la ciudadanía en un proceso de toma de decisiones. Pero ya sabemos que el voto no es el único mecanismo; la consulta popular, la iniciativa legislativa popular, el plebiscito, el referéndum, la revocatoria de mandato y el cabildo abierto son otros.

Si los mecanismos de participación ciudadana en una sociedad como la nuestra, marcada por la pobreza y la inequidad, fueran bien usados, ayudarían a canalizar las frustraciones ciudadanas y a balancear la falta de legitimidad del sistema de partidos políticos. Precisamente por ello es necesario evitar una manipulación demagógica de estos mecanismos y usarlos solo cuando sepamos que las instituciones de un Estado están fuertes y son eficientes, que los partidos son entidades estables y maduras, y que hay una plataforma social sólida.

De allí la importancia de una consulta popular o una iniciativa legislativa que se funden en Estados democráticos, en la no-manipulación de la opinión publica, en la libertad de expresión e información y en la formulación sencilla y transparente de las cuestiones sobre las que todos debemos opinar. Por ello, me atrevo a seguir opinando acerca de la iniciativa de la Asociación Pro Reforma que busca reformar “parcialmente” la Constitución Política desde una visión esquizoide de un grupo de patricios que se sirven de los mecanismos de la democracia para quebrarla por la mitad.

(Continuará)

http://www.prensalibre.com/pl/2009/septiembre/10/338956.html

ESQUIZOFRENIA de PATRICIDIOS II | 12 de septiembre de 2009

Hablaba, en el artículo del jueves anterior, de la manipulación de los mecanismos de la democracia, cuando así conviene a algunos grupos de patricios. Ahora que se discute la iniciativa de reformar la Constitución, lanzada por Pro Reforma, es importante mencionar y recordar algunas razones por las cuales no la apoyo. La primera, parto de insistir en que la reforma que proponen no es “parcial” como ellos dicen; claro que formalmente solo proponen cambiar algunos artículos del texto constitucional, pero de fondo hay cambios radicales que afectarían sine die toda la intención de levantar en Guatemala un Estado democrático.

Nuestros patricios guatemaltecos proponen entre las reformas una que pretende establecer el sistema bicameral en el Legislativo: un Senado y una Cámara de Diputados. Esto no sería nada extraño en una estructura de ejercicio político, si no fuera porque precisamente dicho Senado tendría una naturaleza omnisciente y omnipresente en el quehacer de un Estado disminuido a su mínima expresión. Una de sus funciones sería la de aprobar leyes de rango constitucional —Códigos, como los llaman ellos—, trascendentales para la definición normativa del país, como por ejemplo la Ley Electoral y de Partidos Políticos.

Esto último no nos sería del todo extraño, si no fuera porque ese Senado de patricios compuesto por 45 senadores, entre los 50 y los 65 años, podrían desempeñarse en el cargo hasta por un lapso de 15 años y ejercer un papel similar al de los dioses del Olimpo. Que su ejercicio político dure mucho tiempo no es el problema, porque varios diputados y senadores de nuestro país y del mundo —el recién fallecido Ted Kennedy, entre ellos— han hecho de la política una carrera de largo aliento. Lo preocupante es que, en esta propuesta, se autoreceten la potestad de poner y quitar presidentes a voluntad en los otros organismos del Estado, así como de mover a representantes de las instituciones que ellos juzguen conveniente.

Este poder desmedido es una de las partes esquizofrénicas del asunto. Ninguna democracia se puede fundar en una estructura tan cerrada donde la elección de los senadores dependa, además, de un porcentaje bajísimo de la población. Es lo que Alan Touraine llama la identificación con un “pensamiento único” que sirve de inspiración a una hegemonía de facto de la ortodoxia liberal, que desconoce la existencia de actores sociales autónomos capaces de influir en la toma de decisiones políticas.

Otra medida propuesta en la “reforma” que parte de esa visión esquizoide es que el papel del Estado sería nulo o subsidiario —¿cómo se han subsidiado el café, el transporte y otros productos?— en el tema de los servicios sociales hacia la población como educación y salud, por ejemplo. Sin percatarse realmente de los niveles de pobreza y exclusión que hay en este país, deudor de infinidad de injusticias en la distribución de los recursos y las oportunidades, ellos proponen dejar los temas vertebrales en manos privadas. Como si no supiéramos lo que pasa cuando el rubro social es considerado mercancía sujeta al vaivén de la oferta y la demanda. Para ello proponen una medida a su medida: que la carga impositiva sea moderada.

La utopía sigue siendo la libertad, desde cualquier espejo ideológico, pero la libertad de todos los hombres y mujeres de un país, no la de unos pocos. Los mecanismos de la democracia han de servir para transitar realmente hacia la democracia y no hacia un Estado uniformado desde un pensamiento único, cuyo fin nada más que cada uno se ocupe de su propio negocito. La iniciativa de Pro Reforma tiene algunas intenciones interesantes como reducir el número de diputados y evitar la corrupción mediante procedimientos más transparentes, pero estoy segura que esas cosas se pueden hacer sin servirle el país en bandeja de plata a un grupo de patricios que nunca o muy pocas veces habrán tomado contacto con la realidad de una familia guatemalteca paupérrima metida en la aldea más lejana de Huehuetenango.

http://www.albedrio.org/htm/articulos/c/ces-263.htm

ESQUIZOFRENIA de PATRICIDIOS III | 17 de septiembre de 2009

Este es el último artículo de una serie de tres con el mismo nombre y de otros que antes se refirieron a la propuesta que hace la Asociación Pro Reforma de reformar la Constitución Política de la República de Guatemala (CPRG).

Este artículo quiere ir al centro de la cuestión. Para ello, voy a la Teoría del Estado y parto de la concentración de un poder omnisciente y omnipresente que dicha reforma pretende otorgar a 45 abuelos elegidos por unos pocos que no representan al grueso de la población. Ello contradice toda tradición republicana democrática. Y aquí reside el verdadero meollo de la cuestión: en un Estado democrático, el pueblo tiene la soberanía y la facultad para ejercer el poder, aunque delegue su representación en otros. En teoría, este Estado es lo suficientemente sólido para proteger el patrimonio público de la captura privada; es fuerte en el tema de la recaudación fiscal; ejerce una administración comprometida con la gestión pública y es sólido también políticamente, porque tanto la ciudadanía como la clase política y los funcionarios públicos entienden que los principios que rigen la política no son los mismos que rigen el mercado.

Un régimen democrático es nuestro horizonte, no un Estado totalitario. En ese sentido, Víctor Ferrigno señala: “Es a partir de esta noción, generalizada y cierta, que la humanidad se ha empeñado durante los dos últimos siglos en limitar el poder de los gobernantes. Con la Revolución Francesa se dio un salto cualitativo al establecerse que el poder soberano —aquel que no reconoce sobre sí a ningún otro poder— radica en el pueblo, y que este lo delega en el gobierno mediante mecanismos de elección (artículo 141 de la CPRG). La división de poderes y el contrato social, que legitima a la ley al tutelar los intereses del conjunto de la sociedad, son otros logros en la lucha por defender a los individuos del poder del Estado”.

En tiempos como los que corren, de renovada retórica neofascista, hay que abrir bien los ojos para no caer, sin darnos cuenta, en la concepción de un Estado napoleónico, donde unos pocos tutelan la práctica de una hegemonía de facto, fundada en la conveniencia de sostener una cultura única, un idioma único y un derecho único.

Recientemente, uno de los impulsores de la iniciativa de Pro Reforma dijo que lo pasado era pasado, y nada podía hacerse para cambiarlo; por ello había que ver hacia el futuro. Siendo apasionada por entender el presente y el futuro desde la historia, voy a contradecirlo; sí se puede cambiar la historia no repitiendo los errores del pasado. Si ya perfilamos el sueño de un Estado democrático, por qué habríamos de aceptar en la realidad una propuesta de Estado totalitario, maquillada de libertad.

Como dice Ferrigno, “Los políticos —independientemente de su signo ideológico— luchan por el poder para ejercerlo, no para repartirlo”. Así que la ciudadanía es la encargada de que esa cuota de poder no se ejerza desmedidamente. Si la Constitución adolece de vacíos, cambiémosla las veces que lo consideremos necesario, pero por un camino más ancho donde puedan transitar millones de hombres y mujeres que van tras la libertad. Los mecanismos de la democracia han de servir a la democracia y a regímenes de Derecho que tracen las reglas del juego que protegerán los intereses del individuo y de la sociedad, en un ejercicio más parejo y representativo del poder.

http://www.prensalibre.com/pl/2009/septiembre/17/339698.html

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

* Copy this password:

* Type or paste password here: