Tres mujeres, muchas historias de vida, trabajo y liderazgo

Son personas con vida diferente y distantes. Con experiencias, batallas, derrotas y logros propios, pero que comparten la misma lucha a favor de su sector.

Por Agustín Ortiz | Diario de Centro América

Entre unas y otras hay cientos de kilómetros de distancia. En algún momento se han cruzado sus caminos, pero no ha habido un lazo que las una, más que lo que tienen en común su liderazgo. Son tres mujeres con vidas diferentes y distantes. Con experiencias, batallas, derrotas y logros propios, pero que comparten la misma lucha a favor de su sector.

Como ellas, cientos de lideresas hacen de heroínas anónimas en sus comunidades sin que la sociedad se entere o mucho menos les reconozca su esfuerzo, trabajo, dedicación, y hasta sacrificio. Provienen de los rincones más lejanos de Guatemala. Viajan días enteros para llevar sus conocimientos o seguir enriqueciendo los que tienen en su lucha por una sociedad equitativa, más justa e incluyente, como ellas dicen.

María González, maya-K´iche´, originaria del cantón Chicuá, Quetzaltenango

“Veía en mí la necesidad de desempeñarme en la sociedad”

“Veía en mí la necesidad de desempeñarme en la sociedad”

A sus 22 años de edad, su nombre es reconocido en gran parte de Quetzaltenango. Su liderazgo y vocación de servicio la han llevado a participar en diversas organizaciones locales y regionales de mujeres, principalmente en el área de capacitación en aspectos productivos.

A los nueve años dejó la escuela. Su familia no podía seguir sosteniendo sus estudios. Pero su deseo de superación pudo más que los obstáculos. “Veía la necesidad de tener una carrera para desenvolverme de una mejor manera en la sociedad”, dice con tono firme. Fue así como comenzó a involucrarse en capacitaciones.

En 1998 conoció la Asociación Mujer Tejedora del Desarrollo (Amuted). Para 1999 ya era parte del equipo técnico de capacitación. En el 2000 comenzó como maestra de tejido de palitos. Luego se involucró en temas de género, derechos humanos, política y autoestima. Considera que su mayor logro en todo ese tiempo ha sido haber roto el silencio. “No me puedo quedar callada si veo que alguien maltrata o discrimina a alguna mujer”, asegura.

Se define como una mujer independiente y capaz de compartir funciones con los hombres. Actualmente estudia el último año de Bachillerato en Ciencias y Letras con orientación en Derecho y espera ingresar a la universidad el año próximo.

Gónzalez, además de compartir sus conocimientos en tejido, ha hecho de esta actividad una importante fuente de ingresos económicos familiares.

Felipa de Jesús Pop, maya-Q´eqchi´, originaria de Pocolaj, San Pedro Carchá, Alta Verapaz

“Quiero capacitarme para ayudar a otras mujeres a salir adelante”

“Quiero capacitarme para ayudar a otras mujeres a salir adelante”

En su comunidad la conocen como doña Filomena. No sabe hablar bien el español, por lo que a veces tiene que mezclar su idioma materno en la conversación, sin que ello impida que exprese lo que piensa.

Hace 22 años inició, junto con 60 mujeres de ocho comunidades de San Pedro Carchá, un proyecto de mujeres tejedoras en un intento de abrir espacios para la participación productiva de las féminas. De ellas solo quedan 30. “Como no tenemos donde vender nuestros productos, ellas se fueron desanimando”, indica.

Sobre derechos humanos, género, política y otros temas de incidencia no sabe mucho, pues asegura que hasta ahora solo se han centrado en el tema productivo. “Las mujeres de mi comunidad no salen de sus casas. A mí me gustaría que conocieran otras experiencias para mejorar nuestro trabajo y yo quiero abrir esa puerta”, señala con un poco de dificultad en su castellano.

Gracias a la organización lograron tener cinco telares de pedal, tres para corte, cinco para chalinas, individuales y centros de mesas, con los cuales producen una gran variedad de productos. “Siempre que salgo llevo conmigo algo de lo que producimos para vender y que nos conozcan”, dice. Hace un año falleció su esposo y, como ella, la mayoría de las mujeres de su organización son viudas y dependen de su producción, ya que son el sostén de su familia.

Lucía Guillermina de Montejo, maya-Popti´, originaria de Jacaltenango, Huehuetenango

“Estoy consciente de que he hecho lo que he podido; de algo ha de servir”

“Estoy consciente de que he hecho lo que he podido; de algo ha de servir”

Si alguien puede hablar con propiedad de liderazgo, es Lucía Guillermina. En pleno conflicto armado interno, hacia 1983, comienza a organizar a las mujeres motivándolas a estudiar, pues siempre creyó que la educación es la base para salir de la pobreza y la exclusión y superar la inequidad en general.

Así lideró los primeros esfuerzos de alfabetización de mujeres en su región, cuando aún no tenía un alto nivel académico. Sus padres le habían “dado” hasta sexto primaria y, para ella, eso era suficiente para ayudar a otras personas que nunca conocieron las aulas de una escuela. “Fueron 53 mujeres las que alfabetizamos primero”, recuerda con exactitud.

En la medida que trabajó con mujeres fue reconocida. Entonces comenzó a comprometerse en otras organizaciones. Hacia 1990 se involucró en el tema productivo y capacitó a mujeres en artesanía. Dos años más tarde incidió en el movimiento cooperativo, principalmente en las áreas de San Marcos, Sololá y Huehuetenango.

Lucía Guillermina sabe qué es sacrificarse. “A veces no tenía ni para comer y lo utilizaba para mis pasajes cuando tenía que ir a capacitar”, rememora. Además tuvo que pasar mucho tiempo lejos de su familia, entre ellos sus hijos. “Pero ha valido la pena. Ellos sí pudieron estudiar y tienen lo que yo no pude tener”, asegura quien ahora preside una organización de segunda categoría dedicada al tema de salud, seguridad alimentaria y apertura de mercados.

http://dca.gob.gt:85/archivo/091112/nacional6.html

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