NUEVO!! CURSO EN LINEA sobre Prevencion de Violencia Sexual

El abuso sexual de menores es un problema complejo. La información que ofrecemos no sustituye el consejo de profesionales. No enseña un método garantizado para identificar a las personas que agreden sexualmente a los niños, niñas y adolescentes. No pretende ser terapéutica. El curso por sí solo no aborda todos los problemas concernientes al abuso. Su propósito es brindarle información y mostrarle pasos simples y proactivos para proteger a la niñez y adolescencia contra el abuso sexual.

Según datos revelados por el Inacif, 17 menores de edad son examinados y evaluados a diario por denuncias de agresión sexual. De enero a septiembre del año 2019, se registraron 1,816 nacimientos de niñas violadas de entre 10 y 14 años y 62,229 nacimientos de adolescentes de entre 15 y 19 años. Guatemala no ha desarrollado las estrategias y acciones necesarias pertinentes para la protección de la vulnerabilidad en materia de violencia sexual, íntimamente relacionado al bienestar integral de la niñez y adolescencia que conduzca a la reducción de las alarmantes estadísticas.

Para mas información del contenido del curso consultar el siguiente enlace:

http://bit.ly/infocurso2020

Inscripción:
Para poder inscribirse siga las instrucciones del siguiente enlace:

Instrucciones para inscribirse al curso en linea

Llamado a los nuevos funcionarios

Olga Villalta / Diario Centroamérica / 20 de septiembre de 2011

El miércoles 14 de septiembre, en un matutino local, cinco representantes de oficinas de Naciones Unidas en Guatemala (Unicef, Oacnudh, ONU-Mujeres,Onusida y Unfpa) publicaron una columna de opinión en la que evidencian cómo en la campaña electoral reciente los temas que tienen que ver con la existencia de abortos en condiciones de riesgo para las mujeres, el acceso a métodos anticonceptivos y la educación sexual no fueron abordados con seriedad y desde la perspectiva de los derechos humanos por las/os candidatos.

El aborto sigue siendo el secreto de miles de mujeres que recurren a él cuando se enfrentan a un embarazo no deseado por violación, por incesto, por falta de información o porque como cualquier ser humana, se equivocó. Se condena a las mujeres que lo hacen, pero no se atacan las causas. Para debatir este problema necesitamos que las/os tomadores de decisiones en el Estado se independicen de las posturas religiosas y asuman por fin que vivimos en un Estado laico.

El aborto es un problema social, de salud y de derechos humanos, y aunque en la campaña electoral muchas/os de ellos utilizaron el imaginario religioso para ganar votantes, al ejercer el poder, la ciudadanía debe exigir de ellas/os seriedad en los compromisos asumidos como país en el ejercicio de los derechos humanos, en este caso de las humanas.

Los avances en la legislación guatemalteca, promovidos en lo fundamental por las organizaciones de mujeres, deben respetarse y hacerse realidad. Debemos entender que es el Estado quien debe crear condiciones para la solución de la salud sexual y reproductiva de las mujeres, logrando así el derecho a una maternidad saludable y voluntaria.

El Estado debe realizar acciones hacia los hombres, no solo en el sentido de la responsabilidad en las funciones reproductivas (son ellos los que tienen hijos regados por todos lados), sino en promover una concepción del ejercicio de la sexualidad basada en los derechos humanos.

La criminalización del aborto obliga a las mujeres pobres a recurrir a personal no capacitado, poniendo en riesgo su salud y vida, además de enfrentarse a la estigmatización de la sociedad, viviendo en silencio su culpa.

Tomo la palabra de las/os funcionarios de Naciones Unidas, quienes nos llaman a “un debate que desafíe a respetar los derechos y libertades inherentes a toda persona”. Las y los funcionarios que asumirán sus cargos en enero (Legislativo y Ejecutivo) deben reconocer que existe una responsabilidad estatal respecto al pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las ciudadanas guatemaltecas.

 

 

MIA and HCF campaign reach Xela

Vía revista www.entremundos.org

Hombres Contra Feminicidio

Todas las semanas leemos noticias en los periódicos de Guatemala acerca de mujeres que son asesinadas, sus cuerpos son encontrados desnudos en botaderos, a oriallas de ríos y en las aceras, con marcas visibles de tortura y violación sexual. Menos de 2% de estos crimenes son investigados y llevados a los tribunales de justicia, lo que constantemente nos deja con la duda que quienes cometen estos crimenes.

Hay dos cosas que si sabemos: que los mayoría son perpetrados por hombres, y que estos tienen mucho odío contra las mujeres. La frecuencia con que estas mujeres son asesinadas con crueldad y violadas, ha llevado al uso del termino “feminicido” para identificar este fenómeno. También es cierto que los hombres también están siendo asesinados con una frecuencia de más de 10 veces mayor que las mujeres.

La gran mayoría de asesinatos de hombres se llevan a cabo al estilo de pandillas: una o dos balas en la cabeza o un cuchillo al corazón. Estos crimenes se le atribuyen al contrabando, en su mayoría extorsiones o trafico de drogas, mientras que los crimenes contra las mujeres parece que son motivados por el odio.

“Feminicidio” tiene dos partes. Una es el patrón de crimenes violentos contra las mujeres, asesinatos, violaciones sexuales y abuso. La otra parte es el rol del gobierno y sus instituciones; la falta de leyes o la falta se aplicación de las leyes que permite que la violencia continue. En Guatemala, hay leyes que prohibenel asesinato y violación. El Congreso de la República pasó la Ley Contra Feminicidio en el 2008, pero el sistema de justicia no ha sido efectivo en investigar y perseguir los crimenes. Además, la policía es constantemente criticada por la falta de sensibilidad a la hora de intervenir en estos crimenes.

Cuando a una mujer se le pregunta “¿qué hacía afuera tan tarde?” o “¿a caso no sabía que la forma en que se viste hace a los hombres pensar que está disponible sexualmente?” esto hace que la victima piense que es su propia culpa el que el crimen haya sido cometido.

El feminicidio es constantemente presentado como un “problema de las mujeres.” Ciertamente afecta profundamente a las mujeres pero para poder eliminar el problema, necesitamos entender y reparar sus raíces, que no incluyen el estar hasta tarde en la calle o vestirse provocador. La raíz del problema esta en las personas que cometen los crimenes: los hombres. La gran mayoría de articulos sobre derechos de la mujer son escritos por mujeres. Mi maravillosa esposa me introdujo al trabajo escrito por un hombre: La Paradoja del Macho, por Jackson Katz y que lleva como subtitulo la frase: “Por qué algunos hombres hieren a las mujeres y como todos los hombres pueden ayudar.” Katz hace la observación que los crimenes contra las mujeres no son solo un problema de ellas, sino que todos los hombres tienen que actuar para terminar de una vez por todas con ese ciclo de violencia contra las mujeres.

Existe en nuestra sociedad una cultura de desprecio contra las mujeres que crea un ambiente de odio que es tolerado y que hace que la violencia contra las mujeres sea visto como algo normal. El hombre promedio, cuando se le explica que tiene una responsabilidad de terminar con la violencia contra la mujer a través de sus propias acciones dice algo así como: “está bien, no voy a cometer actos de violencia sexual contra las mujeres.” Pero nuestras acciones individuales tienen que ir más allá de lo anterior descrito. Todos tenemos el deber de cambiar la cultura que ve la existencia de la mujer solamente para nuestro propio placer.

Cuando escuchamos a los hombres hablar sobre las mujere sn forma despectiva, tenemos que desafiar esas opiniones y questionar lo que están tratando de decir como al preguntar “¿cómo se sentirían si escucharas a alguien decir lo mismo acerca de tu novia, mamá o hermana?” En Canadá, en 1989, un hombre llega a un salón de clase y, con una pistola en mano, pone de pie a los hombres y mujeres en lados opuestos del salón y procede a dispararle a las mujeres. Este acto de odio contra las mujeres fue el inicio de un movimiento, uno de hombres que tienen el coraje para ponerse al frente y apoyar a las mujeres y sus derechos  y activamente oponerse al odio contra ellas.Este movimiento ahora está representado e 58 paises, y es llamado “Campaña de Listón Blanco.”

La organización M.I.A., Mujeres Iniciando en las Américas, ha traído esta campaña a Guatemala bajo el nombre de “Hombres Contra Feminicidio.” MIA esta presentando talleres educativos de Hombres Contra Feminicido en esculas de primaria, secundaria, la USAC y la Academia de la Policia Nacional Civil. Estos talleres tienen una duracion de una a dos horas por 10 semanas y brindan a los participantes, hombres y mujeres, de la oportunidad de examinar sus creencias y actitudes sobre sexualidad y roles de género. Por ejemplo, un ejercicio titulado “Los hombres deberían… Las mujeres deberían…” comienza por definir, de parte de los participanes, las expectativas en nuestra sociedad para los hombres y las mujeres.

Estas expectativas se escriben en la pizarra. Los participantes conversan sobre lo que sucede cuando las mujeres no cumplen con éstas, que tipo de etiqueta usamos para describir a las mujeres que hacen cosas que “no se esperan de una mujer.” La misma pregunta se hace respecto a los hombres: los juzgamos, les insultamos si no cumplen con las expectativas? Como tratamos a las personas que no cumplen con las normas? El curriculo que MIA utiliza fue desarrollado por la Campaña de Listón Blanco y traducido al español por MIA. Cuando las personas examinan con honestidad sus actitudes y creencias sobre la sexualidad y roles de género, cambios profundos ocurren en el participante.

Cuando hablamos sobre las actitudes y creencias que tenemos sobre los roles de las mujeres y hombres en nuestra sociedad, las profundas inequidades en las expectativas se revelan. Guatemala tiene una historia terrible de violencia de género e impunidad que viene desde la época de la colonia, de acuerdoo a Catherine Komisaruk in “Relatos de Violación, la Violación Calla: Violencia Sexual y Testimonios Judiciales en Guatemala Colonial.” En la ley colonial, la violación sexual no era un crimen, excepto cuando el acto sexual era forzado en “virgenes, monjas oo viudas que viven decentemente.” Con el tiempo la ley estableció por decreto real eliminar la distinción arriba mencionada de sexo forzado y bajo consentimiento.

Durante la colonia, si un hombre era juzgado por sexo forzado, el crimen era el tomar virginadad de la mujer (o en su mayoría, niñas). La violencia y el consentimiento de la mujer no eran importantes en la ley colonial, lo que nos dice que la impunidad que vemos hoy en día en Guatemala ya se había previsto durante la colonia. Algo más reciente, durante los 36 años de guerra civil, la violación sexual fué usada como una herramienta de castigo, para atemorizar y desmoralizar a la población. Durante este tiempo, muchos guatemaltecos fueron expuestos a of fueron victimas de, violaciones sexuales u otros actos violentos. Los efectos por estar expuesto a violencia extrema, ya sea como testigo, victima o perpetrador, son reconocidos causas de daño psicológico a largo plazo. Estudios sobre este tipo de daño psicológico, incluyendo “trastorno por estrés postraumático,” demuestra que tales efectos pueden ser pesadillas, noches de insomnio y analepsis.

Personas expuestas a eventos extremos pueden mostrar impulses violentos por muchos años tras el evento. Los Acuerdos de Paz de 1996 con los que se terminó la guerra civil prometen la construcción de una nación próspera donde las mujeres tienen igualdad de derechos y vos en nuestra sociedad. Estas promesas aun están muy lejos de que se cumplan. Las deficiencies en la ley y el sistema de justicia que aplica estas leyes son mencionadas anteriormente. Pero para poder crear igualdad de oportunidades y derechos para las mujeres se requiere mas que leyes y su aplicación. Esto requiere de la construcción de un movimiento para cambiarlas actitudes enraizadas de desigualdad de los sexos. Para ser más específico, los Acuerdos de Paz dicen: “El Gobierno toma en cuenta la situación económica y social de la mujer como parte de las estrategias de desarrollo, programas y planes y para entrenamiento de personal civil como parte de tratar este asunto.” (Acuerdo Socioeconómico, 1.B.13)

MIA ha comenzado un movimiento con los talleres que cambia el pensar y actuar de sus participantes para así alcanzar una justicia e igualdad social para las mujeres, tal y como se describe en los Acuerdos de Paz. Pero esto talleres solo pueden llegar a un limitado número de personas cuando son impartidos por una pequeña ONG como MIA. Hasta este momento, las intervensionas más exitosas con hombres y niños han sido por intervension de una ONG, limitando la duración y teniendo una cobertura de alrededor de mil personas. Lo que se necesita para poder alcanzar los objetivos de los Acuerdos de Paz es integrar estos talleres, campañas y otras actividades similares a las actividades sociales de largo alcance como las escuelas públicas y el mundo de los deportes. Esto es lo que se necesita verdaderamente para cambiar la desigualdad de género.

A pesar que muchos hombres creen en que las mujeres deben tener igualdad de derechos y voz en asuntos sociales,  el involucramiento por parte de ellos para promover los cambios aun no esta ahí. Nosotros, los hombres, tenemos herramientas para ayudar a regar la voz por medio de la escritura de editoriales como éste o escribiendo cartas a los editores de periódicos locales.  Como hombre que es parte de este movimiento que crece, hombres con poder como en los deportes, actores, politicos y músicos que respaldan esta causa podemos mover a las masas via conferencias de prensa y eventos especiales de concientización que cuenten con la cobertura de los medios. Estos hombres pueden usar su carisma y credibilidad para abogar en favor del trabajo que se necesita por parte de los hombres y niños para tener una sociedad con más igualdad de género.

En los EE.UU hubo un estigma muy grande contra el VIH/SIDA, hasta que la estrella de baloncesto, Magic Johnson, anunció publicamente que tenia la enfermedad. Desde ese entonces, el estigma contra la enfermedad ha disminuído considerablemente. A los hombres que apoyan el movimiento en pro de los derechos de las mujeres constantemente se les señala de ser homosexuales porque se “cree” que se es menos hombre si se apoya el movimiento de mujeres. Hay un estigma social contra los hombres que apoyan los derechos de las mujeres. Para que este estigma comienze a desaparecer, se requiere del apoyo público de unos cuantos hombres reconocidos a los cuales su masculinidad no se le cuestione.

La estructura del estigma contra  los hombres que apoyan los derechos de las mujeres comenzará a desaparecer rapidamente ya que no tendrá base en la realidad. Nosotros hemos estado trabajando para hacer los contactos necesarios e introducir este curriculo en el pensum de estudios del sistema educativo nacional, llevar los talleres a los centros que educan al población que llevará a cabo los ideales de los Acuerdos de Paz. Por el momento no hemos tenido suerte con los contactos. Nos encontramos en constante busqueda de acercamientos con personal de alto rango dentro del Gobierno y el Ministerio de Educación y presentarles nuestro trabajo y sus resultados exitosos.

Nosotros también trabajamos para conseguir fondos económicos para nuestra ONG. Existen muchas organizaciones que dan dinero a programas que directamente benefician a las mujeres. Una de las dificultades que encontramos es la de convencer a las personas que nuestro programa beneficia directamente a las mujeres. Estas ONGs y sus programas orientados a las mujeres no muestran interés porque el nuestro se enfoca en educar al hombre y al niño. Muchas fundaciones que apoyan a las ONGs solo lo hacen si los programas benefician a mujeres y niñas y su potencial de “liderazgo.” La Campaña Hombres Contra Feminicidio se alinea con esto: al encuadrar el feminicidio como un problema que también es del hombre y al atacar las causas desde su raíz con educación, al final de cuentas beneficia a las mujeres y niñas y su potencial como líderes. La IMPRESIÓN que puede dejar la lectura sobre nuestro programa es que es para beneficiar primeramente a los hombres y niños.

La REALIDAD  es que nos beneficia a todos. Este es un problema grande cuando visto desde el pensamiento feminista; muchas veces el lenguaje utilizado en las campañas parece ser orientado a las mujeres, sin reconocer que lo que hace a las mujeres fuertes también aplica para los hombres. De acuerdo a los Acuerdos de Paz, “la participación activa de las mujeres es escencial para el desarrollo económico y social de Guatemala, y el Estado tiene la obligación de promover la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres.” (Acuerdo Socioeconómico, 1.B.11) Creemos que esa tarea no es solo del Estado, sino de todas y cada una de las personas.

El femicidio el genocidio racista, y su desarrollo histórico

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El ‘femicidio,’ el genocidio racista, y su desarrollo histórico

David Inczauskis

Doctora María Claudia González

Español 318

25 de abril de 2011

 

“Yo no encuentro otra solución más que exterminarlos o meterlos en reservaciones como en Estados Unidos. Es imposible meterle cultura a alguien que no tiene nada en la cabeza, culturizar a esa gente es obra de titanes, son un freno y un peso para el desarrollo, sería más barato y más rápido exterminarlos.”

-Un blanco ingeniero industrial de 55 años, 1979-80 (Casaús Arzú, 56)

 

Sin duda, el femicidio y el genocidio son dos de los temas más controvertidos y ocultos en la historia del ser humano; aun así, en los finales del siglo XX y en la actualidad son problemas notables que todavía forman parte de la sociedad centroamericana. A pesar de que la información acerca del genocidio y el femicidio en Centroamérica—especialmente en la sociedad contemporánea guatemalteca—sigue presentándose con más fuerza y más esperanza de cambios definitivos, la verdad es que el número de muertos, ya alto, sigue aumentando cada semana, cada mes, y cada año. Aunque el femicidio y el genocidio alcanzaron su presencia más obvia en el periodo llamado La Violencia, la cual tuvo lugar entre 1978 y 1983 durante los últimos anos de la guerra interna, las raíces de este tipo de violencia en Centroamérica se encuentran en periodos anteriores: la cultura maya (las influencias precolombinas) en el caso del femicidio, el colonialismo en el caso del genocidio racista (las influencias coloniales), y las primeras dictaduras del siglo XX en el caso de los dos (las influencias contemporáneas).

El trasfondo de la sociedad guatemalteca antes de la dilatada guerra civil (1960-1996) destaca los orígenes del problema del femicidio, los cuales permitieron que el Estado y el ejército nacional realizaran—sin dificultad—las atrocidades que sucedieron en los años setenta y ochenta. Las dos raíces violentas más fundamentales en la comprensión de la mentalidad del gobierno y el hombre de la época son la mentalidad machista que provenía de las relaciones familiares mayas y las dictaduras de la primera mitad del siglo XX que sistematizaron la matanza cotidiana doméstica de la mujer. En cuanto a la sociedad maya y su apoyo de la violencia del hombre contra la mujer, un estudio realizado por David Carey Jr. y M. Gabriela Torres declara que “el derecho consuetudinario en muchas comunidades mayas admitía que los hombres pegaran a sus mujeres” (Carey 146) (1). Por lo tanto, las costumbres mayas han consolidado el punto de vista de que la mujer es propiedad de su marido y que el hombre tiene la potestad de golpear a su esposa si ella no hace lo que quiere él. Lo sorprendente es que una de las razones citadas hoy en día es la continuación del uso de las traiciones mayas para ‘justificar’ su crimen ante el juez. De tal manera, la historia se repite. Además, el trabajo de Carey Jr. y Gabriel Torres destaca otra muestra de las raíces históricas del femicidio en sus comentarios sobre las dictaduras de la primera mitad del siglo veinte, específicamente las de Estrada Cabrera y Jorge Ubico. Por ejemplo, afirman que la “violencia que se basa en el género sostenía las dictaduras” y—aún más chocante—“los gobiernos más democráticos que gobernaron desde 1920 hasta 1931” (Carey 146). La utilización del femicidio por parte de estos gobiernos normalizó la violencia en contra de la mujer guatemalteca y permitió que los hombres siguieran con sus actos maliciosos. Por eso, cuando la guerra interna comenzó en el año 1960, la violencia basada en el género ya se había establecido firmemente en la sociedad.

[1] He traducido las citas que utilizo del trabajo de Carey y Gabriela Torres. Si desea ver los textos de primera mano, mire la bibliografía.

Del mismo modo, el establecimiento y la normalización del genocidio racista en parte proceden de las dictaduras antes de la guerra civil en la época contemporánea; sin embargo, adicionalmente, hay que añadir la influencia de fases sustancialmente anteriores: el colonialismo del siglo XVI y el calvinismo del siglo XIX. El primer rasgo del origen del racismo contra-indígena es el colonialismo. En lugar de incorporar a los indígenas en la vida cotidiana española al llegar en las nuevas tierras, hasta cierto punto los recién llegados establecieron “una sociedad dual y de castas” (Casaús Arzú 22) en la cual fue difícil traspasar las limitaciones sociales y económicas de las fronteras racistas. Ya se podía observar las raíces bien formadas de una sociedad opresiva cuando los criollos y los peninsulares se ponían por encima de los nativos simplemente a causa de la sangre. La situación se hizo más dura y opresiva con la llegada de documentos que certificaban la pureza de la sangre de algunas familias originalmente españolas. Una muestra concreta de la importancia del color de piel, estas certificaciones pusieron los pensamientos racistas sobre el papel. Conjuntamente, los pensamientos religiosos (y calvinistas, sobre todo) habían contribuido al ambiente racista de la época antes de la cúspide del genocidio guatemalteco porque estos pensamientos decían que se puede discriminar a los indígenas “porque son idólatras, pecadores y representan las fuerzas del mal” (Casaús Arzú 32). La ideología protestante—en su forma más radical—también actuó contra la igualdad a base de su propia racionalización del prejuicio sistematizado. Mientras Hitler establecía su opresión religiosa en Alemania, los altos guatemaltecos ya habían absorbido su mentalidad genocidita. Con respecto a los regímenes de Estrada Cabrera y Ubico, un estudio escrito por Marta Elena Casaús Arzú subraya el influjo de la homogeneización guatemalteca durante aquella etapa sobre el desarrollo del racismo confirmando, “[los modelos] de nación y nacionalidad eran partidarios de la homogeneización nacional y del blanqueamiento racial por la vía de la eugenesia” (Casaús Arzú 36). Ante un periodo mundial en el que los alemanes y los italianos estaban desarrollando pensamientos purificadores, algunos blancos guatemaltecos se sometieron—nuevamente—a estas influencias violentas que recalcaban la necesidad de purificar la raza nacional y en consecuencia fomentaban el genocidio de los años siguientes.

La culminación de la violencia a modo de genocidio racista y femicidio tuvo lugar entre los finales de los años setenta y los principios de los años ochenta con más de 200.000 muertes. A lo largo de esta época oscura de la historia guatemalteca, el gobierno y el ejército utilizaron su influencia, su poder, y el temor para mantener su régimen y para suprimir los derechos de la mujer y del indígena. Como ha destacado Casaús Arzú en su sección sobre esta etapa de la guerra civil, el ejército aspiraba a “exterminar al pueblo maya, declarándolo enemigo interno” (Casaús Arzú 58). El resulto de esta estrategia militar fue la inhumana matanza de miles de ciudadanos indígenas con un montón de asesinos obviamente marcados por el exceso de violencia. La mayoría de los mayas no habían sido traidores del gobierno militar ni habían participado en ninguna acción distinta de sus vidas cotidianas; no obstante, los mataron. Acerca de la mujer indígena, las consecuencias de la guerra fueron bárbaramente fatales. En un reportaje dado por un testigo de la brutalidad del genocidio, se describe, “[Los soldados] abrieron la panza de una mujer embarazada y sacaron el nene y al nene le pusieron un palo atrás hasta que le salió por la boca” (Casaús Arzú 63). Es decir, el ejército realizó asesinos públicos y tortura pública para que la comunidad indígena ‘terminara’ dando ayuda al bando que luchó contra el gobierno establecido y para que se diera cuenta de que son inferiores para siempre. Esta idea de que los indígenas ‘merecen’ la tortura en base a su raza no terminó con la llegada de la democracia años después; más bien, empezó a solidificarse como la normalidad del tratamiento del indígena y de la mujer. Hoy en día, el gobierno hace la vista gorda cuando aparecen cuerpos en las calles, y los tribunales no dan castigo (o castigo suficiente) a los criminales.

Lo más sorprendente en cuanto al femicidio y el genocidio racista es que son obstáculos graves que todavía no se han solucionado completamente. Mientras los asesinos, la violencia doméstica, y el racismo siguen siendo problemas insoportables—y en muchos sectores han ido aumentando con respecto a su gravedad—en la sociedad actual en algunas regiones de Centroamérica, los gobiernos distintos no han respondido a los gritos de auxilio—de las mujeres en particular. De hecho, en la última sección de su análisis del femicidio, Carey Jr. y Gabriela Torres cifran, “La policía hoy en día solamente hacen arrestos en dos por ciento de los cinco mil homicidios cada año en Guatemala” (Carey 161). En esta época posguerra en la cual no es fácil distinguir entre los asesinos respaldados por el estado y los asesinos no afiliados, las organizaciones no gubernamentales tienen más problemas acerca de la identificación del origen contemporáneo de los asesinos racistas y los asesinos basados en el género. Por lo tanto, es más importante que nunca empezar a estudiar nuevamente las causas de este problema real y comprometido. En vez de continuar soportando el femicidio y el comportamiento irracional de un porcentaje de los hombres actuales guatemaltecos, hay que comenzar el proceso del aumento del conocimiento internacional para que el gobierno guatemalteco se dé cuenta de que su inacción inadmisible. Sin embargo, no solo es necesario incrementar la consciencia mundial, sino también educar la población interna para que las mujeres y los indígenas aprendan que hay modos de encontrar ayuda si se encuentran en una situación violenta o despectiva. Como la violencia, el sexismo, y el racismo siguen constituyendo parte de la vida cotidiana centroamericana, cada día se hace más relevante que haya un cambio radical y de ruptura que cambie la circunstancia desdeñosa.

 

Bibliografía

Carey, David, y M. Gabriela Torres. “Guatemalan Women in a Vortex of Violence.”

Precursors to Feminicide. Impreso.

Casaús Arzú, Marta Elena. “Genocidio: ¿La máxima expresión del racismo en Guatemala?.”

Cuadernos del presente imperfecto. 4. Impreso.

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David JW Inczauskis is a Reynolds Scholar from Wake Forest University, class of 2014, who just finished a semester abroad at Universidad de Salamanca, Spain. This essay was written as a school assigment while still in Spain. The goal was to address issues in modern day Latin America, and he chose the topic in order to relate to the reading assignments provided by MIA in preparation to his time in Guatemala. In July 2011, David will be joining MIA in Guatemala and help with the Hombres Contra Feminicidio campaign as he also does research on children, youth and women issues.

 

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Feminicide, Racist Genocide, and Their Historical Development

David JW Inczauskis

Doctor María Claudia González

Spanish 318

April 25, 2011

 

“I do not find another solution than to exterminate them or put them on reservations like in the United States. It is impossible to force culture on someone who has nothing in their brain, to culture those people is the work of titans, they are an impediment and deadweight to development, it would be cheaper and quicker to exterminate them.”

-A 50 year old White industrial engineer, 1979-80 (Casaús Arzú, 56)

 

Without doubt, feminicide and genocide are two of the most controversial and hidden topics in human history; even so, towards the end of the 20th century and in modern times they were and are notable problems that still form part of Central American society. In spite of the fact that information about genocide and feminicide in Central America—especially in the contemporary Guatemalan society—continues to present itself with increasing voice and increasing hope for definitive changes, the truth is that the number of killings, already high, continues increasing each week, month, and year. Although feminicide and genocide reached their most obvious presence during the period called “the Violence,” which took place between 1978 and 1983 during the last years of the Guatemalan civil war, the roots of this type of violence in Central America date back to previous times: Mayan culture (pre-Columbus influences) in the case of feminicide, colonialism in the case of racist genocide (colonial influences), and the first dictatorships of the 20th century in the case of both (contemporary influences).

The societal background of Guatemala before the elongated civil war (1960-1996) highlights the origins of the problem of feminicide—the ideological base that allowed the State and the national army to commit—without much difficulty—the atrocities that occurred in the sixties and the seventies. The two most fundamental violent roots that serve to understand the mentality of the government and the Guatemalan citizen of the time are the “machismo” that came from Mayan relationships within their own families and the dictatorships of the first half of the 20th century that systematized the daily domestic killings of women. Concerning Mayan society and its support of male violence against women, a study conducted by David Carey Jr. and M. Gabriela Torres declares that “the customary rights in many Mayan communities allowed men to hit women” (Carey 146). Therefore, the Mayan customs have strengthened the point of view that a woman is the property of her husband and that men have the responsibility of hitting their wives if their wives do not do what they want. One of the most surprising aspects is that men continue to use these Mayan customs in the courtroom to justify their malicious actions. Unfortunately, history is repeating itself. Moreover, Carey Jr. and Gabriel Torres’s work highlight another example of the historical roots of feminicide through their commentary about the dictatorships of the first half of the 20th century, specifically the dictatorships of Estrada Cabrera and Jorge Ubico. For example, the researchers affirm that “gender violence sustained dictatorships” and—even more shocking—“sustained the more democratic governments that held power between 1920 and 1931” (Carey 146). The usage of feminicide by those governments normalized violence against Guatemalan women and permitted men to continue their violent acts. Therefore, by the time that the internal war initiated in 1960, gender violence already had established itself firmly in Guatemalan society.

Similar to gender violence, the establishment and the normalization of racist genocide in part find their origins in the pre-civil war dictatorships; however, additionally, one must include the influence of earlier epochs: 16th century colonialism and 19th century Calvinism. The first source of anti-indigenous racism is colonialism. Instead of incorporating the indigenous into daily Spanish life in the New World, the newcomers established a “dual society of castes” (Casaús Arzú 22) in which it was difficult to overcome the social and economic limitations created by the racist barriers. It was already easy to observe the well-formed roots of an oppressive society as the Spanish put themselves above the natives solely because of their ‘untidy’ appearance. The situation became more harsh and despotic with the appearance of documents that certified the purity of the blood of the families of European origin. A concrete example of the importance of the color of one’s skin, these certificates put racist thoughts on paper. Similarly, religious beliefs—above all Calvinist beliefs—had contributed to the racist environment in the era before the height of Guatemalan genocide because these beliefs stated that anyone could discriminate against the indigenous “because they are idolatrous, sinners, and they represent the forces of evil” (Casaús Arzú 32). The protestant ideology—in its most radical form—also acted against equality given its rationalization of the prejudiced system. While Hitler was establishing religious oppression against the Jewish in Europe, the high-status Guatemalans had already constructed their own form of genocide. With respect to the regimes of Estrada Cabrera and Ubico, one study written by Marta Elena Casaús Arzú emphasizes the influence of Guatemalan homogenization during those dictatorships on the development of racism confirming, “The models of nation and nationality were supportive of national homogenization and racial whitening through eugenics” (Casaús Arzú 36). Faced with a global period in which the Germans and the Italians were developing their purifying ideology, some Ladino Guatemalans submitted themselves—again—to these violent influences that stressed the necessity of purifying the national race and as a consequence fomented the genocide that was to come.

The culmination of violence by way of racist genocide and feminicide took place during the final years of the 1970s and the first few years of the 1980s with more than 200,000 slayings. Throughout this dark time in Guatemalan history, the government and the army used their influence, power, and fear to maintain their regime and to nullify the human rights of the women and of the indigenous. As Casaús Arzú has highlighted in her section concerning this stage of the civil war, the national army aspired to “exterminate the Mayan people, declaring them an internal enemy” (Casaús Arzú 58). The result of this military strategy was the inhumane killing of thousands of indigenous citizens with a large amount of slayings marked by excessive violence. The majority of the Mayans had not been “traitors” of the military government nor had participated in any action different from their normal lives; nevertheless, they murdered them. Regarding the indigenous women, the consequences of the war were barbarously fatal. In one report given by a witness of the brutality of the genocide, the witness describes, “The soldiers opened the womb of a pregnant woman and took out the fetus. Then, they took a poll and stuck it up the fetus until it came out of its mouth” (Casaús Arzú 63). Better said, the army carried out public assassinations and public torture so that the indigenous community would “finish” giving help to the revolutionaries that fought against the established military government and so that they would once and for all realize that they were “inferior.” The idea that the indigenous deserved the torture based on their race did not end with the arrival of democracy years later; rather, it started to solidify itself as a normality of the treatment of the indigenous people and of women. Today, the Guatemalan government turns a blind eye when corpses appear in the streets, and the tribunal courts do not punish (or do not adequately punish) the criminals.

The most shocking component of feminicide and racist genocide is that they are both obstacles that have not yet been eradicated. While the slayings, domestic violence, and racism continue being insupportable problems—and in many sectors have heightened in their graveness—in modern society in some regions of Central America, the national governments have not responded to the cries for help—from women in particular. In fact, in the last section of their analysis of feminicide, Carey Jr. and Gabriela Torres cite, “The police of today only arrest in 2% of the 5,000 homicides committed each year in Guatemala” (Carey 161). In this postwar stage in which it is not easy to distinguish between the murderers backed by the State and the unaffiliated crimes, the non-governmental organizations have even more problems identifying the contemporary origin of racist attacks and gender-based murders. Therefore, it is more important than ever to renew the study of the causes of this all-too-real problem. Instead of continuing to support feminicide and the irrational behavior of a percentage of current Guatemalan men, we must begin a process that raises international awareness so that the Guatemalan government will realize that its inaction is unacceptable. However, it is not only necessary to raise international awareness because we must also educate the domestic population so that women and natives learn that there are ways to find help if they find themselves in a violent or aggressive situation. As violence, sexism, and racism continue constituting part of the daily Central American lifestyle, the necessity of radical change becomes more and more relevant.

Bibliografía

Carey, David, y M Gabriela Torres. “Guatemalan Women in a Vortex of Violence.”

Precursors to Feminicide. Impreso.

Casaús Arzú, Marta Elena. “Genocidio: ¿La máxima expresión del racismo en Guatemala?.”

Cuadernos del presente imperfecto. 4. Impreso.

 

 

 

 

 

 

 

También existen esposas agresoras

Solo en el 2010 el sistema judicial conoció 57 mil denuncias de violencia intrafamiliar, en los cuales la gran mayoría de víctimas son mujeres y niños, que son los casos más difundidos; sin embargo, también se reportaron cuatro mil 891 hechos en los cuales el agredido fue el esposo.

POR SANDRA VALDEZ

Debido a los estereotipos machistas, los hombres no se atreven a hacer pública su situación, y si lo hacen es porque se ha llegado a extremos insoportables.

De hecho, el hombre y la mujer violentados tienen en común esconder los golpes, laceraciones y, en fin, su congoja. Resisten gritos, insultos y amenazas, sin atreverse a denunciar.

“Hemos visto casos extremos donde el hombre le tiene hasta miedo a la mujer, porque es tan violenta que incluso sabe manejar armas”, refiere José Posadas, psicólogo del Juzgado Primero de Familia.

Pocos denuncian

“Pocos hombres víctimas de violencia se animan a denunciarlo, por el machismo en el que se vive”, explica una jueza de Familia que pidió el anonimato.

Debido a la baja percepción de este problema, los hombres agredidos tampoco tienen muchas opciones para solicitar ayuda.

Elvira Samayoa, del Programa de Prevención y Erradicación de la Violencia Intrafamiliar (Propevi), uno de los pocos que atienden este tipo de casos, comenta que en la entidad funcionan al menos 15 grupos de autoayuda para hombres agredidos.

Casos extremos

Una de las historias más extremas que ha conocido Samayoa es la de un hombre que pidió ayuda porque su esposa lo golpeaba en forma salvaje. “Ella era sordomuda, pero sus gritos eran tan fuertes que los vecinos creían que él la golpeaba, hasta que una vez se dieron cuenta de que era la señora quien golpeaba al señor, con lo que tuviera en la mano”, cuenta Samayoa.

Fue necesario un intérprete para comunicarse con ella, y fue así como se confirmó que era la agresora

Las golpizas fueron el extremo de una serie de manipulaciones que empezaron con órdenes pequeñas como hacer que él cocinara o ayudara con las tareas de los niños, lo que después se convirtió en obligación.

Cuando él ya no hacía las actividades como a la esposa le gustaba, dejó de darle de comer, y después comenzó el proceso de la agresión física.

Otro caso es el de un hombre que se casó con una salvadoreña que había sido trabajadora del sexo. Él trató de darle todas las comodidades que le permitía su sueldo, pero para ella no fue suficiente y empezó a exigir más.

Cuando ya no fue posible que él accediera a sus peticiones, la esposa lo denunció en falso ante un juez de Paz, por violencia.

La mujer logró obtener la custodia de sus hijos y les prohibió que vieran a su padre, de quien se burlaba e insultaba cada vez que podía.

También se reporta que algunas esposas acosan a sus maridos y los vigilan de manera obsesiva, por celos, lo que ha motivado a algunos de ellos a denunciar la situación en el Propevi.

Samayoa refiere el caso de una esposa tan celosa que el hombre prefirió irse de la casa. En su desesperación, ella se golpeó para denunciarlo, y cuando ya no logró que regresara, pidió medidas para impedirle al esposo que pudiera ver a sus hijos.

Las grandes víctimas

En todo caso de violencia intrafamiliar, sea él o ella la víctima, quienes más sufren son los hijos, pues afrontan el dolor de ver sufrir a un ser amado. Además, la autoestima, los valores y patrones de crianza se distorsionan.

Lo peor del caso es que las cifras son altas. Propevi conoció entre el 1 de enero y el 31 de marzo últimos, 783 casos en donde los hombres eran los denunciantes, aunque las quejas de mujeres se quintuplican.

Si una persona necesita ayuda puede marcar el número telefónico 1515 para mayor orientación.


http://www.prensalibre.com/vida/familia/existen-esposas-agresoras_0_460153994.html

CAMPANA EN LA USAC COMIENZA MAÑANA

Talleres de capacitación para la reducción de la violencia contra las mujeres y niñas/os.

¡TODOS/AS SON BIENVENIDOS/AS!

Fecha de inicio: Jueves 10 de Marzo (duración de 10 sesiones)

Horarios: 10am a 12pm, 2 a 4 pm ó 5 a 7pm (escoger solo uno)

 

INSCRIPCIÓN GRATUITA  | CUPO LIMITADO

Se dará 1 crédito extracurricular al que

llene el 100% de participación.

lnformación: Lucía Muñoz, lucia@miamericas.info, tel: 4975-3310

Interesados enviar un email antes del 2 de marzo con los siguientes datos: Nombre, Unidad Académica, número de teléfono y la sesión a escoger.

Mindi Rodas, QDEP

LA FUNDACIÓN SOBREVIVIENTES MANIFIESTA SU SOLIDARIDAD A LA FAMILIA DE MINDI RODAS, ESPECIALMENTE A SU SEÑORA MADRE Y SU PEQUEÑO HIJO

ANTECEDENTES: Como es del conocimiento de la opinión pública Mindi fue objeto de un atentado contra su vida en el 2009 por parte de su esposo, ocasionándole serias heridas en su rostro, acción ejercida en algunos lugares desde tiempos antiguos para aislar a la mujer de la sociedad. Constituyéndose esta practica en una aberración y un total acto de menosprecio a las mujeres.

A pocos meses de acontecido este hecho, Mindi llego a nuestras oficinas a solicitar apoyo legal para llevar ante la justicia a su agresor, ya que él se encontraba gozando de libertad al haber tipificado el juez como lesiones la agresión sufrida y, concederle una medida sustitutiva de Q1,000.00. El origen de esta agresión fue la solicitud de Mindi de una pensión alimenticia para su pequeño hijo.

Al asumir la Fundación Sobrevivientes el caso, se procedió a solicitar el cambio de tipificación del delito por femicidio en grado de tentativa, proceso en el cual se nos unió la Defensoría de la Mujer Indígena -DEMI-. Posteriormente se recusó al juez ya que éste en un medio de comunicación escrito emitió opinión sobre el caso y los hechos acontecidos; tratando de justificarlos. Quedó evidenciada la posición prejuiciada que se tenía de Mindi y por lo tanto se preveía que no se iba a alcanzar justicia. El caso se trasladó a Jutiapa y se programó el juicio para el 16 de junio de 2011; dos años después de acontecido el hecho.

Simultáneamente, por parte del equipo de la Fundación, se le brindó apoyo psicológico. Posteriormente esta atención fue proporcionada a través de una profesional externa.

Así mismo, al salir a luz pública el caso, se presentaron varios ofrecimientos para la reconstrucción de su rostro; tanto por parte de profesionales nacionales que ofrecieron hacerlo de forma solidaria, como de profesionales mexicanos. Mindi se entrevisto con cada uno de ellos; cada quien le explicó el procedimiento a realizar y las opciones existentes tomando en cuenta varios aspectos. Fue ella quien decidió viajar a México para someterse al tratamiento de reconstrucción facial. Esto acontece en el mes de enero del 2010 aproximadamente, con el apoyo de: La Primera Dama y de las autoridades del mexicanas.

Durante su estadía en la hermana República de México, Mindi mantuvo comunicación permanente con su familia y con la Fundación; las autoridades guatemaltecas diariamente reportaban el desenvolvimiento del proceso. Cabe señalar que todo esto fue difícil para Mindi porque no solo presentaba un cuadro de stress post-traumático, sino otras afectaciones, que no podían ser superadas sin un tratamiento sistemático.

Mindi decidió regresar a Guatemala, antes de terminar el proceso de reconstrucción facial. Decisión que respetamos. Porque siempre mantuvimos la idea de que: Sí bien a ella le habían mutilado su rostro, no le habían mutilado sus capacidades de toma de decisión, ni su amor a la vida, a la libertad.

Posterior a su llegada nos vimos en la necesidad de solicitarle que estuviera en el albergue (espacio que la Fundación brinda en determinados casos a nuestras usuarias) para poder cuidar de sus heridas, para evitar infecciones, ya que se requería de curaciones diarias.

En el mes de julio, por venir su cumpleaños, ella planteó que quería pasarlo en su comunidad y que deseaba salir del albergue. Como la estadía es voluntaria y no podemos retener a nadie contra su voluntad; tras hacerle una celebración en la Fundación, se le trasladó a su casa, habiendo coordinado con el centro de salud de la comunidad para que recibiera las curaciones que aún quedaban pendientes. Es de mencionar que en su momento Mindi no aceptó el estatus de testigo protegida pues esta situación implicaba limitaciones para su movilidad y vida personal.

Tratamos, en la medida de nuestras posibilidades, de brindar el acompañamiento a su mamá y a su pequeño hijo; quien estaba bajo el cuidado de su abuelita. La última comunicación la tuvimos aproximadamente a finales de noviembre, en donde le reafirmamos que el apoyo continuaba para el proceso de reconstrucción de su rostro, para lo cual se estaban considerando opciones en el país.

Como Fundación siempre tuvimos claridad que aparte del proceso legal, teníamos que apoyar a Mindi en la parte de reconstrucción de su rostro para que pudiera tener verdaderas opciones de vida. Con su puño y letra ella empezó a escribir su historia y lo que ella proyectaba hacia adelante. Mindi, a través de compartir su testimonio, encontró una forma de ayudar a otras mujeres para que se animaran a romper el silencio.

Cada una de las actuaciones por parte de Fundación Sobrevivientes esta documentada. La Fundación brinda el apoyo a solicitud de la víctima o sus familiares, apoyamos hasta donde ellas lo permiten; y toda participación pública es con su pleno consentimiento. No percibimos ningún beneficio económico, al contrario, cada caso requiere de toda una inversión, que gracias al apoyo de nuestros donantes es posible, porque todo el servicio es totalmente gratuito.

SITUACIÓN ACTUAL:

Mindi salió de su casa el día 17 de diciembre. Al final de la tarde tuvo la última comunicación, manifestando que se encontraba bien. El día 18 su familia trató de comunicarse pero ya no contestó el teléfono. De acuerdo a lo narrado por su familia, trataron de establecer con conocidos si la habían visto; acudieron a presentar la denuncia a la sede del Ministerio Público de Cuilapa y con la Policía Nacional Civil.

El 17 de enero se apersonaron a la morgue del INACIF de la ciudad capital e identifican su cadáver, el cual se encuentra sepultado como XX en el Cementerio la Verbena. De acuerdo a los informes policiales su cuerpo apareció el 18 de diciembre a las 8 A.M. en la zona uno de la ciudad capital. Desconocemos porqué se encontraba en la ciudad.

Es hasta el 17 de enero que la mamá de Mindi, acompañada de representantes de la Defensoría de la Mujer (de la Procuraduría de los Derechos Humanos), llega a la sede de la Fundación y nos informa de lo sucedido. Desde ese momento Fundación Sobrevivientes coordina acciones con el Ministerio Público; estamos ya constituidas como querellantes adhesivas.

Esperamos contar con el apoyo de la población guatemalteca para avanzar en las investigaciones que nos lleven a los responsables, pues a Mindi le quitaron la vida con violencia, con la misma violencia con que la que le quitaron su rostro. La asesinaron por su condición de Mujer.

El debate por el intento de femicidio se mantiene, su muerte no tiene porque afectar el proceso. Lamentamos profundamente que Mindi no haya logrado ver la justicia. Ella esperaba con ansias ese día.

Nos disculpamos por no habernos pronunciado antes, pero necesitábamos priorizar las investigaciones y el acompañamiento a su mamá y su hijito, y, además, estamos sumamente afectadas, ha sido un inicio de año muy duro por las vidas que la violencia ha quitado.

Guatemala, 22 de enero del 2011

¡Digamos si a la vida, No a la Violencia!

Fundación Sobrevivientes

12 calle 11-63 zona 1 Ciudad de Guatemala

PBX: (502) 22304222-22519931-22327967


PUEDE LEER MAS ACERCA DE MINDI ACA:

Nota sobre su situacion: https://miamericas.org/2009/11/01/y-cuando-despertosu-rostro-ya-no-estaba-alli

Video sobre Mindi: https://miamericas.org/2010/10/06/mindys-nightmare-video

Premian investigaciones sobre migraciones

Por Héctor Pacheco

El Programa Desarrollo Humano y Migraciones entregó el 16 de diciembre de 2010 los premios a los ganadores de los concursos de periodismo, tesis e investigación sobre el tema de Migración. Los premios son parte del trabajo ejecutado por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y financiado por la Unión Europea.

Atendiendo a la preocupación por generar un discurso más complejo y más acorde al desarrollo humano, este concurso premia, por segunda ocasión a periodistas e investigadores que han trabajado este tema y asumido los retos que como región centroamericana debemos constantemente reflexionar. El proyecto se siente honrado de contar en la primera generación de premios con periodistas e investigadores connotados, como Marcela Zamora y Óscar Martínez del periódico digital El Faro, cuyo trabajo en este tema ha sido posteriormente reconocido en otros países.

En esta segunda edición se realizó la convocatoria a nivel Centroamericano, y se tuvo la participación de investigadores y periodistas de Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Salvador

El Programa de Migraciones felicita a todos los concursantes, por su esfuerzo y trabajo constante, particularmente, a los ganadores, que mostraron que un trabajo hecho con profundo compromiso y rigurosidad puede aportar nuevas claves para entender nuestra realidad migrante.

Los ganadores de la II Edición del Concurso de investigación fueron:

Primer lugar: “Expulsados del sueño americano. La política de deportaciones y los migrantes centroamericanos” Autor: José Luis Rocha, de Nicaragua.

Segundo lugar: fue declarado desierto.

Mención especial: “La migración hondureña hacia Estados Unidos” Autor: Vladimir López Recinos. Nicaragua

En la categoría de tesis, los ganadores fueron:

Primer lugar: “Mujeres, ciudadanías y migración. Mujeres catarinecas: experiencias vitales y de ciudadanía en el contexto de la migración internacional hacia Estados Unidos” Autora: Ana Silvia Monzón. Guatemala

Mención especial: “Tejiendo redes frente al riesgo y la vulnerabilidad. Migrantes centroamericanos y organizaciones civiles de apoyo en Tapachula, Chiapas” Autor: Jaime Roberto Rivas Castillo. El Salvador

Mención especial: “Redes de los transmigrantes indocumentados salvadoreños en la frontera México-Guatemala. Autora Susana Maybri Salazar. El Salvador

Los ganadores de la II Edición del Concurso de periodismo fueron:

El primer lugar se declaró desierto.

Segundo lugar: “Los migrantes, una mercancía”, presentado por Olga Noemí Chacón, de El Salvador. Formato: video.

Tercer lugar: “Morir en El Salvador” presentado por Francisco Javier Campos, de El Salvador. Formato: fotogalería.

Mención Honorífica: “El crimen organizado frustra el sueño americano de miles de migrantes”, por Tania Sorayda Martínez, de El Salvador. Formato: radio.

http://www.pnud.org.sv/2007/content/view/665/122

Carolina Escobar Sarti, escritora, poeta y periodista 
intelectual inquieta por la historia y los resultados que experimentamos.

“En cuanto a la literatura posconflicto, hubo un pequeño boom luego de la firma de los Acuerdos de Paz en el país, muy amarrado a lo ideológico, a la esperanza, a la necesidad quizá inocente de vernos”.

Por Carol Zardetto | Diario de Centro America

Sientes una identidad generacional con los escritores guatemaltecos contemporáneos tuyos?

Me he sentido un poco sola. Aquí en Guatemala se forman guetos y yo no pertenezco a ninguno porque creo que el gueto es el lugar sin el otro. El gueto tiene una frontera con demasiados candados. En un país tan desempoderado, segmentado y violento como el nuestro, los guetos no nos sirven, pero funcionan perfectamente, pues en ellos priva la lógica de que todo puede pasar mientras nadie se mezcle con el otro o la otra y la diversidad de ideas, de sueños, de propuestas, no dialogue. Aquí hay muchos que aún respaldan el popular aforismo de “cada mico en su columpio”. No nos mezclamos ni siquiera los que escribimos. Cada quien es muy poderoso dentro de su gueto y tiene miedo a encontrarse con quien está afuera, con quien es su diferente. Hemos sido gente de la palabra que no la usa para dialogar entre diversos mundos, sino para evangelizar entre convencidos.

Sin embargo, este sentirme un poco sola me ha permitido hacer otro tipo de acercamientos. He podido –para mi suerte–, transitar intergeneracionalmente. Creo que hay pocos escritores y escritoras de mi edad, y los pocos que estamos nos hemos acompañando escasamente en este ejercicio de la palabra. Como generación nos  vinculamos al conflicto a través de la cultura del silencio. Estuvimos a cinco años de distancia de estar todo lo cerca que había que estar, y a otros cinco de pertenecer a la generación que se distanció más marcadamente del conflicto. Somos la generación de la transición, una generación del interregno, un paréntesis. Hubo una generación perdida en la economía. También creo que la mía fue la generación perdida en la palabra, no por su fracaso, sino por su ausencia. Esa cultura del silencio se expresó, en muchos hogares citadinos, en frases como “estos temas no se discuten fuera de casa”. Los de antes estuvieron en el exilio, tanto si se fueron como si se quedaron. Los de después, en los temas urbanos y existenciales. A partir de la firma de los Acuerdos de Paz, y un poco antes quizás, recuperamos la esperanza y la palabra, pero se nos cayó la esperanza. No pudimos conectar una época con la otra. Estamos en una época posconflicto viviendo una crisis enorme, y solo ahora nos estamos haciendo las preguntas esenciales que debimos habernos hecho antes.

¿Por qué el diálogo intergeneracional entre los escritores guatemaltecos se ha vuelto tan dificultoso?

Al contrario. Tenemos mucho que decirnos. Pero creo que el diálogo se vuelve difícil cuando hay adultos que sienten la necesidad de situarse en púlpitos y no en espacios de conversación e intercambios más horizontales. Esas personas generalmente precisan de grupos o guetos donde se crea ciegamente en su palabra. Me parece que la responsabilidad de abrir este diálogo corresponde más a las generaciones de los menos jóvenes, porque los que entran a la vida están aprendiendo el ejercicio de dialogar a través del ejercicio que hacemos los adultos con ellos y entre nosotros. Pero los pulpitosos no han estado dispuestos a bajarse de su tribuna. Desde allí quieren sostener su aura de iluminación. El problema es el autoritarismo y una bota metida en la cabeza. Esa mentalidad de caudillos ha permeado hasta la literatura. Nos impide comunicarnos más horizontalmente entre generaciones, culturas, géneros. Recuerdo, incluso, que cuando murió uno de nuestros escritores, un discípulo suyo preguntó literalmente: “Y ahora que se murió el patriarca de las letras, ¿qué vamos a hacer?”. Pareciera que estamos demasiado pendientes de que nos respeten, crean ciegamente en lo que decimos, que nos obedezcan o nos endiosen. Nos tomamos demasiado en serio. Desde esa perspectiva, la palabra no se convierte en lo esencial, sino los escritores. Este supuesto nos tiene quebrados.

Sin embargo, generalizar es trivializar. Algunos nos hemos logrado comunicar entre nosotros sin que medie mucho púlpito o sin que esa sea la intención. He tenido espacios de comunicación muy rica con Luz Méndez de la Vega, Gustavo Wyld, Javier Mosquera, Margarita Carrera, Javier Payeras, Alan Mills y Ana María Rodas, entre otros. Y con varios y varias jóvenes también.

El conflicto armado interno es uno de los hitos históricos que más ha impactado el arte en Guatemala, incluyendo la literatura. ¿Qué piensas de esta afirmación? ¿Por qué?

Claro. ¿Cómo ser quienes no somos? ¿Cómo desvincularnos de nuestra propia historia? Incluso cuando se quiere ir por la ruta de el arte por el arte, aún en ese aparente no compromiso hay una posición política frente al mundo. Somos seres gregarios, históricos, imbricados en nuestras particulares historias y formas de conciencia.  Hubo mucha crítica a lo panfletario, pero yo no puedo desvincular, por ejemplo, a Otto René Castillo de su época. Fue totalmente válido y honesto lo que él y otros escribieron en su momento. No quisiera descalificar tan fácilmente lo panfletario o lo aparentemente indiferente.

La literatura de la guerra ha sido descalificada desde lo canónico como panfletaria o testimonial.  Sin embargo se convierte en un referente histórico importante, sobre todo cuando hablamos de poesía, que es la abstracción mayor. Si alguien se detiene a examinar la literatura de la guerra va a encontrar claves importantes para comprender la historia de este país.  Sería interesante poner en un corpus toda la literatura de la guerra. Encontraríamos allí una historia paralela, escrita desde otros códigos.

“Creímos que era solo firmar los Acuerdos de Paz y tener inmediatamente un país nuevo”.

En cuanto a la literatura posconflicto, hubo un pequeño boom luego de la firma de los Acuerdos de Paz en el país, muy amarrado a lo ideológico, a la esperanza, a la necesidad quizá inocente de vernos. Creímos que era solo firmar los Acuerdos de Paz y tener inmediatamente un país nuevo. Ahora está sedimentándose una literatura posconflicto más sólida, pero generalmente no alude al conflicto, porque repito que parece que está mal visto escribir sobre la guerra. Hubo un regreso a preguntas existenciales, a una especie de búsqueda interior, a lo urbano, a repensarse sujeto desde la literatura. Muchos de los escritores llamados canónicos, no quisieron nombrar la guerra inmediatamente después de terminada, porque se veía muy mal, como pasado de moda. El canon mandaba eludir el tema para no caer en lo panfletario. Hubo mucho miedo al panfleto. Estaba todo tan cerca.

Creo que la verdadera literatura posconflicto se escribe desde la distancia (y no solo la geográfica) impuesta por un exilio o un autoexilio, o desde la que se logra estando en el país, desde una condición de extranjería. No muchos consiguen hacerlo, pero no es imposible. No responder a  modas, sino a mi propuesta personal honesta, desde mi compromiso particular con la realidad de la cual formo parte, puede hacer una diferencia.

¿Crees que, en términos generales, la literatura guatemalteca se abre al erotismo? ¿O es una literatura castrada?

Cuando Mario Monteforte Toledo señaló que las escritoras guatemaltecas de los 90 padecían de un “insoportable vaginismo literario”, yo hice el ejercicio de escribir –para mí primero– un ensayo que se llamó El falogocentrismo literario en cinco novelas de autores ‘canónicos’ guatemaltecos (Miguel Ángel Asturias, Flavio Herrera, Tito Monterroso, Mario Monteforte, Marco Antonio Flores), todos del siglo XX. Resulta que allí encontré los estereotipos de siempre: las putas, las violadas, las decentes y sufridas…Todo lo sexual vinculado al poder y al cuerpo como territorio narrativo donde se inscribe una cultura. Ellos sí nombraban, desde los arquetipos usuales, de manera falogocéntrica, el mundo.

Pero cuando las mujeres empezaron a escribir poesía erótica, esos mismos y otros dijeron que por qué usar los nombres y las figuras tan abiertamente si podíamos nombrar lo erótico desde otras sensibilidades: las flores, el paisaje, el mar, etcétera.  Nombrar el cuerpo no, y menos si se trata del nuestro. Total, solo lo que se nombra existe.

Las mujeres que escribimos nos apropiamos de nuestro cuerpo de una manera diferente a cómo los hombres imaginan: no escribimos desde su imaginario, sino desde el nuestro. ¿O no dicen que somos diferentes? En este sentido tenemos ejercicios interesantes de esa literatura de posguerra como los de Regina José Galindo (me masturbo, me masturbo, un, dos, tres) hasta los de quienes nos reconocemos nombrando lo innombrable cuando nos da la gana y nos podemos también acariciar y hasta masturbar dentro de un libro de poesía. Lo hacemos, cuando lo hacemos, porque lo sentimos. E insisto en la necesidad de la palabra honesta, la que respeta y traduce a quien la crea y se hace respetar.

¿Y el erotismo femenino? ¿Crees que es una expresión subversiva en un país fundamentalmente machista?

En Guatemala ha sido subversivo que la mujer escriba. A la mujer en Guatemala se le ha impuesto un silencio ancestral. Por eso nuestra palabra es transgresora en todos los sentidos. Luego, si es palabra que nombra lo erótico, mucho más. El cuerpo de la mujer es el territorio donde se inscribe una cultura, ya lo mencionaba antes. Las madres de la patria en el franquismo, en el fascismo de Mussolini y en el nazismo fueron úteros que servían para preservar una raza, un orden o un sistema político y religioso. Si el cuerpo de las mujeres no molestara tanto al sistema patriarcal, todo el tema de la ablación que se practica a más de 140 millones de mujeres en el mundo contemporáneo ni se habría dado.

Si comprendemos las relaciones de poder que se inscriben en el cuerpo de la mujer, podemos comprender por qué es subversivo que ella se apropie del mismo mediante el abrazo a su propio erotismo y, más aún, si usa la palabra para nombrarse y nombrarlo.

Erotismo femenino en Gua­temala. ¿Más Simone de Beau­voir y menos Anais Nin?¿Qué piensas de ello?

Trato de no responder, en lo posible, un sí o un no de manera categórica porque las preguntas tienen, generalmente, más de una respuesta. Simone de Beauvoir, aquella que expresara que las mujeres “lo queremos todo”, trazó una ruta importante en la definición de que lo personal es también político. Transgresora en todos los órdenes, De Beauvoir se atrevió a pensar, escribir y levantar una bandera, pero en el dormitorio habrá hecho mucho más que Anais Nin, según se puede leer en su biografía. Lo que pasa es que esa parte no se volvió película o libro. Anais Nin, en cambio, se fue por la vida rompiendo todo un sistema de tabúes asociados al cuerpo (¿cuál no lo está?), pero de una manera más individual, menos consciente, sin ningún propósito más que el placer. Jugó con su erotismo a unos niveles inimaginables, quiso solo vivirlo. De sí para sí. Es como volver al tema de la literatura del compromiso y al arte por el arte mismo. No son comparables.

¿Qué voz no se ha escuchado en la literatura del país?

La literatura no está al margen de la cultura del país. Lo que no somos y lo que no hacemos, no lo escribimos. El mundo que no vemos y no tocamos, no lo escribimos. No tenemos humor, no hay humor en la literatura. La homosexualidad es aún negada, la literatura no la contiene. Somos un país de castas, y por ello las personas marginadas, en todos los órdenes, son las voces menos escuchadas en nuestra literatura. De ahí que los periódicos de los sin voz hayan sido siempre las paredes de nuestra ciudad. Mejor, entonces, comenzar por preguntar: ¿qué voces no se escuchan en la sociedad guatemalteca? La respuesta llegará sola.

http://www.dca.gob.gt/cultura5.html