Por Alejandra Álvarez | Prensa Libre
El Consejo de Redacción de este matutino, integrado por los editores de las diferentes secciones, eligió a Norma Angélica Cruz Córdoba como Personaje del Año 2009, por sus logros en la lucha contra la impunidad y los derechos de mujeres y niños.
Después de un profundo análisis y de una lista de personajes destacados en diferentes áreas, que inició en 25 y luego de varias rondas de votación quedó en cinco finalistas —Nineth Montenegro, Carlos Castresana, Ricardo Arjona, monseñor Álvaro Ramazzini y Cruz— esta última fue la ganadora en la votación decisiva.
Méritos
Durante este año, la Fundación Sobrevivientes atendió más de 16 mil 500 casos de violencia y abusos en contra de mujeres. Además, unos 450 expedientes llevados a los tribunales fueron resueltos en los últimos meses por mediación de su oficina legal, que bajo la dirección de Norma Cruz ha brindado acompañamiento desde el 2004 a miles de féminas en todo el país.
Esa labor ha hecho que la activista, quien fue propuesta en el 2005 para recibir el Premio Nobel de la Paz, sea acreedora de diferentes reconocimientos en el ámbito nacional e internacional.
El Premio Nacional de Derechos Humanos Padre Manolo Maqueira —2007—; el cambio de la rosa de la paz, por su lucha contra la violencia hacia las mujeres —2008—, y ese mismo año, el galardón otorgado por el Club de las 25 —mujeres profesionales de España—, forman parte de la lista de galardones.
En el 2009, Cruz recibió el Premio para Mujeres con Coraje, otorgado por la secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Clinton, y la primera dama de esa nación, Michelle Obama.
“Fue honrada por sus persistentes esfuerzos por poner fin a la cultura de impunidad, del asesinato y otras formas de violencia contra las mujeres en Guatemala”, expresó Clinton al entregarle el merecimiento.
“Pese al gran riesgo para su seguridad personal, Cruz ha alzado su voz y ha sido extraordinariamente valiente”, afirmó la jefa de la diplomacia de EE. UU. durante la ceremonia, que tuvo lugar en la sala Benjamín Franklin, del Departamento de Estado, seguida de un coctel en la sala Thomas Jefferson.
La defensora de los derechos de las mujeres, quien se emocionó —según confiesa— cuando recibió el premio de manos de Clinton, fue honrada junto a otras siete activistas procedentes de Afganistán, Iraq, Malasia, Níger, Rusia, Uzbekistán y Yemen; en esa ocasión fue la única mujer latinoamericana.
En noviembre último, el diario El País de España la incluyó en la lista de los cien personajes destacados en el mundo.
En carne propia
Lo que motivó a Cruz a ayudar de manera directa a mujeres víctimas de violencia y abusos fue la lucha legal que emprendió para encontrar justicia en el caso de su hija Claudia María, quien fue víctima de violencia sexual de parte de la pareja sentimental de la activista.
Aunque se logró una sentencia condenatoria en el 2002, lo difícil y desgastante del proceso le dejó secuelas difíciles de borrar, confiesa Cruz.
Fue así como, en el 2003, Sobrevivientes comenzó a funcionar como asociación, y actualmente es una fundación.
Sus orígenes
Cruz nació en la Ciudad de Guatemala, en 1962. Su padre era zapatero y su madre trabajaba en casas, como cocinera.
Se crió en el seno de una familia relacionada con el movimiento revolucionario. Recuerda que en la década de 1960 uno de sus tíos participó en grupos insurgentes, durante la época de Augusto Turcios Lima y Marco Antonio Yon Sosa.
“Eso marcó mucho a mi familia, porque sufrimos persecución… las fuerzas de seguridad entraban en la casa, de madrugada, y nos sacaban de la cama”, cuenta.
Otro acontecimiento que marcó la niñez de Cruz cuando tenía 6 años de edad fue la pérdida de su padre, quien murió como consecuencia de un cáncer terminal. Entonces su madre la dejó a ella y a sus dos hermanas bajo el cuidado de su familia paterna.
“Crecimos sin mamá y sin papá, y nuestros tíos nos criaron”, afirma.
Estos acontecimientos propiciaron que Cruz buscara participación dentro de las actividades de la iglesia Católica, y fue así como desde los 13 años comenzó su voluntariado, en Campur, Alta Verapaz, durante las vacaciones escolares. Vivió de cerca los procesos de la teoría de la liberación, en una coyuntura convulsionada por el conflicto armado interno.
“Yo crecí en la zona 1. Mis parroquias eran Santa Marta y Santa Cecilia, con los padres salesianos y la congregación Esclavas del Sagrado Corazón… ellos me marcaron mucho”, refiere.
Durante sus años de estudios secundarios, a finales de la década de 1970, en el Instituto María Luisa Samayoa Lanuza, se convirtió en una de las fundadoras de la asociación de estudiantes de ese plantel; la primera organización formal en que fue dirigente.
“Eso fue cuando secuestraron a Robin García y a Leonel Caballeros, por lo que había una efervescencia en el estudiantado”, relata.
Cuando terminó sus estudios básicos, Cruz decidió dedicarse a la vida religiosa y se incorporó al convento de la Congregación de las Esclavas del Corazón de Jesús; sin embargo, el asesinato de uno de sus tíos y el incendio de la Embajada de España, en 1980, motivaron que se sintiera atraída por el movimiento revolucionario, por lo que se incorporó al Ejército Guerrillero de los Pobres.
En ese proceso de cambio, la activista conoció a Miguel Ángel Hernández Solá, con quien se casó y procreó dos hijos, pero el primero, José David, murió a los 5 meses de edad.
Después de esa pérdida, a Cruz le diagnosticaron cáncer, por lo que estuvo en tratamiento médico durante varios meses, en el Hospital Roosevelt.
Durante ese tiempo su esposo se fue al exilio a Nicaragua, y dos meses después, pese a su enfermedad, Cruz decidió marcharse con él.
En Nicaragua, la activista desarrolló diferentes actividades para poder sobrevivir. “Corté grama, trabajé como costurera, entre otras cosas”, asegura. En esos años nació su segunda hija, Claudia María, pero también se separó de su esposo.
Sola, con su hija, decidió regresar a Guatemala en 1987 y se incorporó a la oficina de servicios múltiples de la Conferencia Religiosa de Guatemala.
Fue así como, desde ese entonces, Cruz inició una participación más activa en organizaciones con enfoque social: en 1991 dirigió la Asociación para la Educación y el Desarrollo, que apoyaba a comunidades de desplazados por la guerra interna; entre 1994 y el 2004 fue asesora de la Unidad de Asentamientos de Guatemala y del Frente de Pobladores de Guatemala.
En esos años también fundó la Casa de Servicios en Derechos Humanos, Agrarios y Laborales, dirigida a la búsqueda de resolución de conflictos.
Trabajo en diferentes áreas
Entre las acciones efectuadas por la Fundación Sobrevivientes el año recién pasado se encuentran las denuncias presentadas en contra de supuestos responsables de tráfico de personas y adopciones irregulares.
Esa entidad calcula que en el país existen más de 500 abogados involucrados en este tipo de ilícitos, pero la cantidad puede ser mayor.
Del 15 al 24 de julio del 2009, el equipo de Sobrevivientes, junto con voluntarios internacionales, participó en una huelga de hambre frente al edificio del Organismo Judicial.
“Fue una medida extrema tomada para sensibilizar a las autoridades en el tema del tráfico de niñas y niños … hay madres que sufren el robo de sus hijos para fines de adopción irregular; ellas piden que sean anulados esos procesos”, señala Cruz.
Entre la labor humanitaria que desarrolla Sobrevivientes están la administración de un refugio para las víctimas de diferentes casos de abuso, uno de los pocos que funcionan en el país, y su lucha por proteger a las madres que han sido víctimas del robo de sus hijos.
De acuerdo con Cruz, la creciente cantidad de asesinatos de mujeres en Guatemala se debe a la pobreza y el incremento del narcotráfico.
Investigaciones efectuadas y análisis presentados por la Fundación concluyen en que los pandilleros matan a las mujeres de las familias de las pandillas rivales, con frecuencia como rito de iniciación, sin mucho temor a represalias legales porque estos crímenes no se denuncian y se investigan con poca frecuencia.
Sobrevivientes ha brindado apoyo a víctimas de esos abusos, ya que dentro del sistema de justicia nacional menos del 3 por ciento de los responsables son procesados.
Ante ese escenario, la Fundación Sobrevivientes y otros grupos sociales que trabajan en defensa de los derechos humanos apoyaron la instalación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.
Uno de los principales retos del equipo de la entidad es hacer conciencia en las autoridades para que se dé la atención adecuada a los procesos que se llevan en los tribunales de justicia .
“Nuestro principal desafío es no darnos por vencidos y seguir adelante en contra de la impunidad y buscando justicia a favor de las mujeres víctimas de abusos y violencia en este país”, expone Cruz.
http://www.prensalibre.com/pl/2010/enero/03/363513.html